Dentro del Complejo Villarejo, al que han recurrido importantes empresarios y políticos con fines inconfesables, sabedores de que los medios del expolicía son tan oscuros como los fines de sus clientes, se vive estos días el culebrón de la familia Cereceda que se ha ido fraguando desde que el patriarca falleció en junio de 2010.
Luis García Cereceda, que fue uno de los más ricos de España, acumuló un patrimonio de unos mil millones de euros con inversiones inmobiliarias como el complejo de oficinas y viviendas de lujo ‘La Finca’, en Pozuelo, o gastronómicas como la compra del restaurante Zalacaín, el más exclusivo de España, que su hija Susana ha despeñado.
Los que conocieron y admiraron al padre asisten a la demolición de la obra de este personaje singular. Asisten asombrados a una tragedia griega, a la lucha sin piedad, hermana contra hermana e hija contra la madre, Mercedes López, la primera esposa del patriarca, y contra su segunda esposa, Silvia Gómez Cuétara, la de las galletas.
Al parecer la malvada de esta trama es la hija mayor de Luis, Susana, presidenta de Procisa, el ‘holding’ de las inversiones del fundador. Susana acudió a Villarejo para que espiara a su hermana Yolanda; al exmarido de ésta, Jaime Ostos Jr.; así como a la viuda de su padre, con el fin de hacerse con la herencia de éste.
Susana, que fue detenida en 2018 a su llegada a Madrid en un vuelo procedente de Sudáfrica, acusada de revelación de secretos, cohecho y falsedad en documento mercantil no irá a la cárcel cumpliendo los 17 años que pedía la Fiscalía al haber llegado a un acuerdo con el tribunal, por el que el castigo quedará reducido a 22 meses de cárcel que no cumplirá y al pago de una cantidad irrisoria de euros.
Lo más lamentable de este culebrón es la dilapidación del capital económico y moral recibido de su padre, un simpático y discreto personaje amigo de los presidentes del Gobierno Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo y Felipe González y del a la sazón presidente de la Comunidad de Madrid Alberto Ruiz-Gallardón, a los que hizo más favores de los que recibió. No hubo ningún chanchullo por medio.
Echó una mano a Adolfo Suárez prestándole un despacho para que se instalara como abogado y proporcionó a Felipe González casa y taller en La Finca para que trabajara sus esculturas, además de presentarle a su actual esposa, Mar García Vaquero. González ha adornado dos rotondas con sus esculturas en pizarra en esta urbanización.