En los momentos de esplendor de Ciudadanos, Luis Garicano, una figura no menos brillante, puso en juego toda su habilidad para librarse de cargos de mando político, con la excepción de diputado, fijando su vista en el cargo de gobernador del Banco de España. No lo logró con Albert Rivera, pero estuvo a punto de conseguirlo del PP con apoyo de Luis de Guindos, cuando concluyera el mandato de Luis María Linde.
Ahora, cuando Alberto Núñez Feijóo escarba en las cenizas de Ciudadanos en busca de joyas, Luis Garicano vivía la emigración intelectual como profesor en la Universidad de Boston (EE UU). No le ha ofrecido el palacio de Cibeles, le ha ofrecido un cargo apetecible, director de la Fundación Reformismo21, desde donde puede hacer la competencia a José María Aznar. Sólo falta el pequeño de talle de que el gallego gane las elecciones a Pedro Sánchez.
Luis Garicano se encuentra cómodo con el PP y con su dirigente, que no tiene por qué temer que le haga sombra el profesor vallisoletano, como temía Albert Rivera, que calificó a aquél de “Papa Negro”, como denominan en el Vaticano al jefe de los jesuitas. No olvidaba que Garicano estudió con los jesuitas de Valladolid.