Pedro Sánchez pudo consolarse en la reunión que celebró el pasado martes con los energéticos tras el Consejo de Ministros del pasado martes de que no era tanto el odio que percibía de los presidentes allí reunidos como la inquina que enfrentaba a los eléctricos con los del petróleo y el gas, allí presentes.
Sánchez y Teresa Ribera, situados en un lado de la larga mesa, miraban sonrientes a los que tenían enfrente: el presidente de Iberdrola, Ignacio Galán; el consejero delegado de Endesa, José Bogas; el presidente de Naturgy, Francisco Reynés, a caballo entre la luz y el gas; el consejero delegado de Repsol, Josi Jon Imaz; el presidente de Acciona, José Manuel Entrecanales, y la consejera delegada de EDP, Ana Paula Marques.
Ambos grupos, eléctricos y petrogasistas, asistían temerosos. Los primeros de que Sánchez les pusiera un impuesto ad hoc que compensara los “beneficios caídos del cielo” cuya existencia niegan y que atribuyen a petroleros y gasistas. Concretamente, Ignacio Galán puede presumir de que los beneficios de Iberdrola proceden mayormente de EE UU, Escocia y Brasil.
Los eléctricos acusan a “las empresas contaminantes, gas y petróleo” de que son sólo ellas las que tienen beneficios caídos del cielo; que les venden a ellos y al resto de las industrias el gas muy caro, el doble de lo que llega a nuestras fronteras.
Por su parte, los petroleros y gasistas asistían con el temor de que les toparan los precios.
Ambos sectores pudieron salir de la Moncloa aliviados porque ni los eléctricos recibieron la noticia de que les subían los impuestos ni los petrogasistas que les topaban los precios.
Sin embargo, los eléctricos salieron con la impresión de que los triunfadores de la reunión fueron las petroleras y los gasistas, a las que acusan de que son los únicos que tienen beneficios extraordinarios, caídos del cielo.