Fermín Albadalejo, presidente de la Confederación Española de Jóvenes Empresarios, es un personaje singular entre pequeño empresario y teólogo, rozando con la categoría de “autónomo” en cuya organización, ATA, es vicepresidente. En 2018 asumió la presidencia de la Comisión de Fomento del Espíritu Empresarial de CEOE y forma parte de los comités ejecutivos de CEPYME y CEOE. Es el más joven en sus órganos de gobierno.
Este madrileño de 36 años, el benjamín de la CEOE donde su presidente, Antonio Garamendi, que se honra con la incorporación a la patronal de mujeres y jóvenes le ha distinguido, entre otros puestos, designándole en su representación empresarial como miembro del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior junto a Miriam Pinto Lomeña (un joven y una mujer), una asociación un tanto vaporosa dependiente del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones que trata de aglutinar a los residentes españoles en el extranjero.
Albadalejo, un lince trepando posiciones fotográficas de alto nivel, se ha apuntado un buen tanto al conseguir una audiencia privada con el Papa a la que el joven empresario ha invitado al presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, y al de la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos, ATA, Lorenzo Amor.
En esta audiencia, que se convirtió en una especie de mitin empresarial, el pontífice, en una larga intervención, invitó a los jóvenes autónomos y emprendedores a apostar por la espiritualidad y humanismo en estos tiempos de guerra, cambio climático e incertidumbre económica. El Papa hizo un referencia a los duros momentos de «desequilibrios económicos y sociales» que están viviendo los pequeños negocios y las empresas.
«El Concilio Vaticano II –recordó– ya había afirmado que el lujo pulula junto a la miseria y mientras unos pocos disponen de un poder amplísimo de decisión, muchos carecen de toda iniciativa y de toda responsabilidad, viviendo con frecuencia en condiciones de vida y de trabajo indignas de la persona humana”. En este contexto, consideró apremiante “una economía adecuada para contribuir a resolver las grandes problemáticas que vivimos a nivel mundial».
E incitó a los jóvenes empresarios a “realizar su servicio, digamos, como profetas que anuncien y edifiquen la casa común, respetando todas las formas de vida, interesándose por el bien de todos y fomentando la paz. Sin profecía, la economía, y en general toda la acción humana, está ciega”.
“Entonces, y quizás sólo en ese momento –añadió– podremos dar marcha atrás a las acciones perjudiciales que están preparando un futuro triste para las nuevas generaciones”
Albadalejo cantó las virtudes del empresariado pues en su opinión «crear empresa es sumar, es poner el corazón, el tiempo y el alma en un proyecto de ilusión. En un proyecto de futuro. Pero también es arriesgar, es sufrir y esforzarse en crear valor, ser ejemplo. En abrir caminos infinitos y con valentía, cultivar el don de lo extraordinario”.
Desde luego a Albadalejo no se le ocurrió recordar sus palabras expresadas en otras ocasiones en declaraciones a la prensa en las que afirmó que “todo aquello que sea flexibilizar y abaratar el despido es algo positivo. Como pasa en Estados Unidos o Reino Unido”.