“Ya te lo decía yo”, ha debido ser la reprimenda de padres y abuelos a hijos y nietos ante el estacazo recibido por las criptomonedas, incluido el bitcoin que era el campeón, que ha caído en el último año de 500 euros a 220. Y es que la aceptación de estas monedas virtuales depende en buena medida de la edad. Concretamente, la clientela básica de las mismas, según la CNMV, es la de las personas comprendidas entre los 18 y los 34 años. Es, pues, una cuestión generacional.
También es la constatación de que el ser humano, de todas las edades, no escarmienta de las catástrofes financieras, incluido el fraude más antiguo, el piramidal, y del hecho de que todas las burbujas terminan estallando. Predomina la avaricia, o el afán de dinero rápido, sobre el principio de precaución y, en definitiva, sobre la memoria.
La expansión de las monedas digitales ha sido espectacular e imparable, por mucho que se esforzaran los bancos centrales y los expertos independientes en denunciar el descontrol público y la falta de transparencia de este mercado, así como las falacias de la publicidad de sus traficantes.
El más sucio en materia publicitaria es el chino TikTok, la red social más popular entre los jóvenes, que está siendo fuertemente vigilado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), así como Facebook e Instagram, de la que se ha salvado Google en un pacto con el regulador por el que la plataforma explica el riesgo de los productos y servicios que comercializa. Recientemente, la CNMV mostró sus reservas sobre el evento Mundo Cripto, un canto en favor de las cripto, celebrado en Madrid.