Mercedes Cobo ■
La batalla por controlar la inflación seguirá siendo el centro de atención en 2023. Si los mercados laborales siguen gozando de mala salud, desde Schroders no descartan que las “espirales de precios salariales” sigan avivando la inflación y hundiendo el crecimiento. Ambos escenarios podrían requerir tipos de interés aún más altos.
Keith Wade, economista jefe de Schroders, indica que las empresas, los consumidores y los mercados de las economías desarrolladas parecen haberse adaptado a la idea de que se avecina una recesión. El presidente de la Reserva Federal estadounidense, por su parte, ha dejado de hablar de aterrizajes económicos suaves. Y los responsables políticos están contribuyendo a crear una sensación de realismo de esa situación.
Señala que, aunque las perspectivas actuales puedan parecer muy sombrías y las presiones inflacionistas no remitirán inmediatamente, “a finales de 2023 podríamos estar en condiciones de empezar a vislumbrar una bajada de los tipos de interés”.
Las subidas de tipos podrían convertirse en recortes en
EE UU a finales de 2023
La bajada de los tipos de interés sería la contrapartida a la contención de la inflación y al restablecimiento de la estabilidad de precios, “tan importante para que las empresas planifiquen e inviertan con sensatez”. Unos tipos más bajos también proporcionarían a los consumidores cierto alivio frente a una crisis del coste de la vida de proporciones históricas. Para los inversores, esto podría permitir una recuperación de las valoraciones, aunque todas las apuestas podrían retirarse si las fisuras geopolíticas abiertas tras la invasión rusa de Ucrania se profundizan, o las relaciones entre EEUU y China vuelven a deteriorarse, considera Keith Wade.
Geopolítica
El experto avisa de que el deterioro de la geopolítica podría llevar al mundo en una dirección más «estanflacionaria» de lo que prevén los mercados. “Si los mercados laborales siguen gozando de mala salud (desgraciadamente, para restablecer la estabilidad de precios es necesario un mayor desempleo), no podemos descartar que las «espirales de precios salariales» sigan avivando la inflación y hundiendo el crecimiento. Ambos escenarios podrían requerir tipos de interés aún más altos”.
En su análisis señala que la aceptación de la próxima recesión parece clave en este momento, “aunque las consecuencias de la recesión aún no se hayan dejado sentir. Los cerca de 85.000 despidos en empresas tecnológicas estadounidenses (según el sitio web Crunchbase) nos dan una idea del sufrimiento que se avecina. El precio de controlar la inflación será una ralentización del crecimiento económico y un aumento del desempleo”.
Los bancos centrales de las economías desarrolladas han subido rápidamente los tipos de interés en los últimos meses con el objetivo de enfriar la demanda y frenar la subida de precios, pero considera que será necesaria una fuerte contracción de la economía estadounidense para controlar los salarios, los precios y la inflación. “Prevemos que el desempleo superará la NAIRU (la tasa de inflación no aceleradora del desempleo, estimada en el 4,5% para EE.UU.) en el segundo trimestre de 2023, y que la tasa de desempleo alcanzará el 7% a finales del próximo año, aproximadamente el doble de la tasa actual. Hemos llegado a esta conclusión estudiando los ciclos económicos anteriores, es decir, los periodos de tiempo en los que una economía pasa de un estado de expansión a otro de contracción antes de volver a expandirse. Nuestro análisis, que se remonta a la década de 1960, muestra que cuando la inflación estadounidense se ha situado en el pasado en los niveles actuales siempre ha sido necesaria una caída del PIB de hasta el 4% para restablecer la estabilidad de los precios”.
Explica que no hay dos ciclos iguales, pero incluso con mejoras en la formulación de políticas y mercados laborales más flexibles, esto podría suponer una pérdida del 2% del PIB. “Por tanto, tendrá que producirse un reajuste en 2023, cuando esperamos que el PIB estadounidense caiga un 1%. Esta previsión nos aleja del «consenso» generalizado entre todos los analistas, según el cual la economía crecerá un 0,2%. También explica nuestra perspectiva ligeramente más modesta para el crecimiento mundial del 1,3% en 2023, ya que consideramos que EEUU actúa como mayor contrapeso al fuerte crecimiento de los mercados emergentes, y especialmente de China”.
Tipos de interés
Espera que el tipo de interés de los fondos federales estadounidenses alcance su nivel máximo en el rango objetivo del 4,5-4,75% en el primer trimestre de 2023. Esto se basa en la opinión de que, tras otras dos subidas de tipos, el impacto acumulado de una política más restrictiva será suficiente para desencadenar el cambio necesario en el comportamiento de las empresas. “Las empresas verán reducidos sus márgenes, aumentarán los despidos y se enfriará el mercado laboral. Aunque la inflación general seguirá estando por encima del objetivo en el momento en que se alcance la NAIRU, esperamos que el logro de este objetivo clave sea suficiente para que la Reserva Federal se mantenga a la espera. Podría ser el preludio de un recorte de los tipos de interés a lo largo del año, a medida que se agrave la recesión”.
Indica que los inversores, podrían asistir a la vuelta a un terreno más familiar en el que la renta variable ofrece oportunidades atractivas en momentos de recesión. “Prevemos que un descenso del 1% del PIB estadounidense se traducirá en una caída del 14% de los beneficios empresariales el próximo año. Se trata de un panorama desalentador; sin embargo, las valoraciones empiezan a recuperarse debido a los recortes de los tipos de interés por parte de los bancos centrales en respuesta al empeoramiento del panorama de crecimiento y (la mejora) de la inflación”.
Será necesaria una fuerte contracción de la economía estadounidense para controlar los salarios, los precios y la inflación, según Schroders
Sin embargo, no prevén que los bancos centrales de otras economías desarrolladas aparte de EEUU se inclinen por un recorte de los tipos en 2023. “Las mediciones de la inflación subyacente (que excluyen los elementos volátiles, como el petróleo y los alimentos, para ofrecer una imagen más clara de las tendencias subyacentes de los precios) pueden haber alcanzado ya su nivel máximo en EEUU, pero mantienen una trayectoria ascendente en el Reino Unido y Europa. Esto puede complicar los esfuerzos del Banco Central Europeo (BCE) y del Banco de Inglaterra (BoE) por reconducir la inflación hacia el objetivo en torno al 2%. La inflación subyacente ha seguido subiendo, en parte porque los precios europeos de la energía han bajado bruscamente desde el verano, favoreciendo la demanda”.
Si bien, vaticinan que las perspectivas de crecimiento se deteriorarán rápidamente, ya que el BCE y el Banco de Inglaterra seguirán subiendo los tipos hasta principios de 2023, y posteriormente los mantendrán sin cambios durante el resto de 2023. “Los últimos meses nos han demostrado que no podemos descartar nuevas sorpresas. Los peligros quedaron claramente ilustrados, por ejemplo, por el desplome de la demanda de gilts públicos británicos a medida que la política fiscal del país se desviaba hacia lo desconocido, lo que se tradujo en unos costes hipotecarios mucho más elevados en el Reino Unido”.
Adiós al dinero fácil
La llamada era del «dinero fácil» ha terminado, en este contexto, John Butler, estratega macro de Wellington Management, y Amar Reganti, estratega de renta fija, han identificado cinco pilares principales en el proceso de inversión: Una tasa de descuento más alta y volátil que afectará a las valoraciones de los activos y que supondrá unas curvas de rendimiento más pronunciadas que en el pasado, márgenes de crédito más amplios y valoraciones más bajas de las acciones, especialmente para los valores de crecimiento más sensibles a la tasa de descuento aplicada a los beneficios futuros. Habrá menos «concentración» y más dispersión dentro de las clases de activos y la desglobalización aumentará estructuralmente la base de costes de las empresas. Una mayor diferenciación entre las empresas que pueden identificar y ajustarse rápidamente al cambio, controlar sus costes y ejercer su poder de fijación de precios, frente a las que no pueden hacerlo. Más variación entre los países y una «disociación» de los mismos. Algunos países se apoyarán en herramientas de política fiscal, más que en la política monetaria, para abordar los retos económicos y de otro tipo a los que se enfrentan. No se dará la correlación históricamente negativa entre los bonos y la renta variable. La correlación más explícita entre crecimiento e inflación limitará la capacidad de los bancos centrales para reaccionar ante un crecimiento débil o fuerte durante largos periodos del ciclo. Y eso puede tener una influencia desestabilizadora en la correlación entre la renta fija y la renta variable, con lo que los rendimientos de los bonos quizá ya no sirvan de cobertura muy eficaz frente a la renta variable. Y se valorará más la agilidad y la liquidez. La menor liquidez del mercado y el aumento de la volatilidad macroeconómica pueden hacer que el panorama de la inversión sea más complejo y fluido. Indican que probablemente haya un mayor valor (y beneficio potencial) en ser más ágil y líquido con la asignación de activos, ya que los períodos de permanencia de los inversores necesitarían ser más cortos en muchos casos, según los expertos.