Maite Nieva
Los riesgos globales para 2022 se multiplican en la recta final del año. Las presiones inflacionistas seguirán siendo más persistentes de lo que apuntan las expectativas de los bancos centrales, según las previsiones, y vuelve a aparecer el fantasma del sobreendeudamiento como motivo de preocupación, sin olvidar los posibles ‘defaults’ corporativos, los riesgos estructurales o el impacto de la nueva política china en los mercados, entre otros factores. Un entorno que ha disparado volatilidad ante la incertidumbre de los inversores mientras los valores cíclicos rotan de nuevo hacia las compañías defensivas. Por si no fuera suficiente, la nueva variante del Covid, ómicron, acapara de nuevo la atención de los mercados a medida que avanzan los contagios y las restricciones de los países, alejando la vuelta a la normalidad.
La persistencia de la inflación y las interrupciones en la cadena de suministro, así como la fuerte demanda que está presionando los precios de los alimentos y la energía, son algunos de los riesgos globales que venimos arrastrando en los últimos meses a medida que se ha reanudado la actividad económica tras la el parón de la pandemia . Y, también las incertidumbres a las que se enfrentan los mercados desarrollados en 2022, según los expertos. A ellos se les ha sumado la nueva variante del Covid, ómicron, y con ella los riesgos que podría plantear a la recuperación económica global.
Las presiones inflacionistas deberían seguir siendo más persistentes de lo que apuntan las expectativas de los Bancos Centrales, según los analistas y estarán por encima de los promedios previos a la crisis. Incluso después de que los precios comiencen a moderarse el próximo año. Esto debería traducirse en una mayor divergencia en las políticas monetarias, y con ello, la posible materialización de los riesgos asociados a los altos niveles de endeudamiento y elevados precios de los activos.
Las nuevas encrucijadas
Desde Fidelity Investments advierten que las autoridades económicas se enfrentarán a muchas encrucijadas en 2022. Uno de estos dilemas es cómo endurecer la política monetaria y poner coto a la inflación sin asfixiar la recuperación”, señala Andrew McCaffery CIO de Gestión de Activos de Fidelity. Y como no podía ser de otra manera, a “cómo lidiar con el encarecimiento de la energía ahora que el mundo está haciendo la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono”.
“Se necesitan tipos de interés ultrabajos para mantener el sistema a flote, toda vez que los niveles de deuda son más altos en la actualidad que durante la Segunda Guerra Mundial”, señala Andrew McCaffery, CIO de Gestión de Activos de Fidelity
La paradoja de la política monetaria 2021 trajo la recuperación en la que muchos habían depositado sus esperanzas, pero nadie podría describirlo como un “retorno a la normalidad”, rodeados como estamos por unos precios energéticos desbocados, unos niveles de deuda elevados y un crecimiento que ya ha dejado atrás sus máximos”, comenta Andrew McCaffery. En su opinión, estas condiciones incrementan el riesgo de que se produzca un error de política monetaria durante los próximos doce meses, cuando los Bancos Centrales y los gobiernos tendrán que enfrentarse a varias encrucijadas sin perder la confianza de los mercados.
Un entorno difícil
Afinar la política monetaria para desenmarañar estas dinámicas en conflicto no resultará fácil, advierte el ceo de Fidelity. “Algunas subidas de los precios parece que persistirán debido a los bloqueos de las cadenas de suministro y la desglobalización, a pesar de los mensajes de los Bancos Centrales sobre la transitoriedad de las presiones inflacionistas” subraya. Y, a más largo plazo, debido al coste derivado de los esfuerzos por alcanzar la neutralidad en emisiones de carbono”, añade. En su opinión, “dejar que la espiral inflacionista se descontrole solo contribuirá a agravar el problema más adelante, pero ponerle freno de forma contundente podría dañar un crecimiento que ya está frenándose”. Según este experto. “se necesitan tipos de interés ultrabajos para mantener el sistema a flote, toda vez que los niveles de deuda son más altos en la actualidad que durante la Segunda Guerra Mundial”, dice.
La estanflación, un riesgo mayor
Según las previsiones de Salman Ahmed responsable global de Macroeconomía y Asignación Estratégica de Activos de Fidelity, “el próximo año estará marcado por un conjunto de decisiones importantes que tomarán las autoridades económicas de todo el mundo. “Los grandes Bancos Centrales tendrán que decidir qué hacer con el alza de la inflación que, pensamos, será más persistente de lo que estas entidades prevén actualmente. Sus decisiones serán particularmente complicadas, ya que la fortaleza del crecimiento está empezando a disminuir rápidamente”, asegura.
“Las fuerzas desinflacionistas estructurales que se derivan de los abultados volúmenes de deuda y la evolución demográfica se mantienen”, según las previsiones de los analistas de la gestora pero opinan que las fuerzas cíclicas que alimentan la inflación podrían terminar siendo más duraderas que transitorias. “Los Bancos Centrales ya están teniendo que enfrentarse a encrucijadas de difícil resolución. Por ejemplo, si priorizar el apoyo al crecimiento o contener una inflación por encima del objetivo. El margen de error será mínimo, lo que eleva las probabilidades de que se apliquen políticas monetarias inadecuadas”.
El sobreendeudamiento, una factura pendiente
El sobreendeudamiento es también uno de los riesgos a tener en cuenta es ya que genera fragilidad en el camino hacia la normalización, según los analistas de la agencia de rating Standard &Poor’s Global Ratings ya que esperan que la deuda global se dispare hasta 225 billones de dólares en 2020-2021, el tamaño del PIB combinado de Estados Unidos y China. “Si las presiones de los costos persisten o se intensifican, la erosión de las ganancias podría generalizarse y ser más pronunciada de lo que esperamos, sopesando sobre la calidad crediticia para algunas empresas”, según las previsiones de S&P Global Ratings.
Según sus previsiones, de la agencia de calificación crediticia es poco probable que una deuda más alta por sí sola conduzca a una crisis crediticia, pero un restablecimiento desordenado de la inflación y las tasas de interés podrían desencadenar uno. Para los bonos soberanos, los efectos de una deuda elevada sobre la calidad crediticia dependerán de las políticas para restablecer el crecimiento, la flexibilidad monetaria y exposición a cambios en las condiciones del mercado.
“Esperamos que la deuda global se dispare hasta 225 billones de dólares en 2020-2021, el tamaño del PIB combinado de Estados Unidos y China”, según Standard &Poor’s Global Ratings
Mientras tanto, los patrones cambiantes de la demanda implican un alto riesgo de recuperación desigual de ingresos y beneficios para algunos sectores, explican. “Es posible que las pymes muy endeudadas no puedan recuperar los ingresos y las ganancias antes de sus costos de financiamiento se elevan a niveles más normales antes de la covid”, dicen. “Los ingresos se han recuperado sustancialmente, pero la escasez de suministro y energía amenaza la inflación y el aumento de los intereses de las tarifas”.
Ómicron, un riesgo para la recuperación
Cuando parecía que los mercados habían pasado página, la nueva variante del covid, ómicron, planea sobre el horizontes amenazando con nuevos riesgos para la recuperación. Desde Standard & Poor’s Global Ratings lo sitúan como uno de los riesgos globales a tener en cuenta en 2022. Según los analistas de la agencia de calificación de riesgo crediticio, el lanzamiento desigual de la vacuna para frenar el coronavirus y la reanudación de las infecciones podrían frenar la recuperación económica, según las previsiones de los analistas de S&P Global Ratings para 2022.
“La nueva variante de omicron es un claro recordatorio de que la pandemia está lejos de terminar”, señalan estos analistas. “Aunque todavía existe incertidumbre sobre su transmisibilidad, gravedad y la eficacia de las vacunas existentes contra él, un resurgimiento incontrolado del virus que redujera la movilidad, podría obstaculizar la recuperación económica mundial, creando un entorno crediticio desafiante para algunos países y sectores. Además, en ausencia de esfuerzos coordinados y una cobertura de vacunas más uniforme, el potencial para nuevas variantes de COVID-19 permanece. La variante delta nos llevó a revisar nuestras proyecciones económicas de EE. UU., más de una vez, y ómicron y otros las variantes podrían tener un efecto similar, según S&P Global Ratings.
El regreso a las condiciones económicas normales dependerá de la introducción de restricciones, ya que las nuevas variantes del virus ejercen presión sobre los sistemas de salud pública, señala Giacomo Barisone, director de calificaciones soberanas de Scope. Esperamos que la importancia del riesgo de contagios para la recuperación siga moderándose, a medida que los gobiernos adopten respuestas más específicas y las empresas y las personas se adapten a las nuevas prácticas. No obstante, ahora consideramos que los riesgos a la baja para las previsiones de crecimiento para 2022 son reales” ,dice.